Termina julio, empieza agosto y también los nervios de mi primera vez sola en el extranjero. Llegas al aeropuerto de heathrow. No conoces a nadie, y entre tanto caos ves a lo lejos a una señora de cara agradable que sostenía un cartelito que ponía “Alejandra Cabello” y me dice con tono amable y en inglés, of course, “vaya, me dijeron que eras un chico”. Los nervios y la incertidumbre aumenta tras ese comentario. La señora me sube a un taxi, que conducía ella y después de dos horas y media de viaje llego a Bournemouth. Primera impresión, buena. Llego a la residencia, primera impresión, excelente. Un coordinador de la escuela me lleva hasta mi habitación, por ahora iba todo bien. Llega la hora de cenar HELP! El restaurante estaba en otro edificio, cerca, pero el primer día todo te parece raro y exageras. Me paro en un paso de cebra, que por cierto hay muy pocos, en frente del restaurante, y con la suerte de que a mi lado hay una chica y me dice con tono español “excuse me” y le dije si era española y casi me hace una fiesta porque yo también era española. Ella se convirtió en unos de los pilares más fuertes durante mi estancia allí. Un paseo después de cenar, ducha y a la cama, me esperaba un largo día.
Desayunamos las dos y conocimos a dos chicas, bueno y a dos canarios que nos siguieron para saber donde se desayunaba. Estas dos chicas, una de ellas madrileñas, bastante pija y muy mosquita muerta, y la otra una gallega muy independiente y muy a su bola, cosa que me gustó de ella. Fuimos las cuatro a la escuela, bueno y los dos canarios también.
Pasaron tres días estando con ellos, pero al tercer día había una fiesta cultural y cómo no, había cuatro sevillanos (dos chicos y dos chicas) bailando… SEVILLANAS, por suerte me apetecía bailar y menos mal, porque conocí a esas cuatro personas maravillosas, son sevillanos, sí, pero se salvan. Las dos chicas, que eran hermanas y muy guapas por cierto, fueron muy importantes en mi aventura por tierras inglesas.
Tres semanas con cuatro sevillanos, mi chica del paso de cebra, dos chicharreros y una que va a su bola, sí mi acento era raro. Son ocho personas que no olvidaré jamás. Tres semanas de risas, llantos (pocos), de cachondeo, de fiesta y… de confesiones. Mi confidente personal, ¡que niña, que mujer!
Acaba nuestra aventura juntos y toca marchar. Lloros. Pena, pero nunca se piensa en lo importante, que es que has vivido con esas personas algo inolvidable, y como es lógico lo inolvidable no se olvida y por tanto a ellos tampoco.
Ocho amigos para todo, ocho amigos para siempre.
Desayunamos las dos y conocimos a dos chicas, bueno y a dos canarios que nos siguieron para saber donde se desayunaba. Estas dos chicas, una de ellas madrileñas, bastante pija y muy mosquita muerta, y la otra una gallega muy independiente y muy a su bola, cosa que me gustó de ella. Fuimos las cuatro a la escuela, bueno y los dos canarios también.
Pasaron tres días estando con ellos, pero al tercer día había una fiesta cultural y cómo no, había cuatro sevillanos (dos chicos y dos chicas) bailando… SEVILLANAS, por suerte me apetecía bailar y menos mal, porque conocí a esas cuatro personas maravillosas, son sevillanos, sí, pero se salvan. Las dos chicas, que eran hermanas y muy guapas por cierto, fueron muy importantes en mi aventura por tierras inglesas.
Tres semanas con cuatro sevillanos, mi chica del paso de cebra, dos chicharreros y una que va a su bola, sí mi acento era raro. Son ocho personas que no olvidaré jamás. Tres semanas de risas, llantos (pocos), de cachondeo, de fiesta y… de confesiones. Mi confidente personal, ¡que niña, que mujer!
Acaba nuestra aventura juntos y toca marchar. Lloros. Pena, pero nunca se piensa en lo importante, que es que has vivido con esas personas algo inolvidable, y como es lógico lo inolvidable no se olvida y por tanto a ellos tampoco.
Ocho amigos para todo, ocho amigos para siempre.
Pd: pueden seguirme en twitter @alejandrapbc